¿Y qué pasa ahora?
Esa es la pregunta que mueve un
relato, la que provoca que nos enganchemos a una historia, la que nos convierte
en espectadores, la que nos convierte en narradores. Una pregunta que motiva,
que nos mueve a aprender.
Hay un mundo entero ahí fuera
esperando a que nos animemos a compartirlo. Mejor aún hay una infinidad de
mundos ahí fuera, tantos como personas, tantos como interacciones seamos
capaces de imaginar, tantos como queramos vivir, tantos como queramos soñar,
tantos como queramos construir.
Son mundos que podemos vivir,
mundos en los que podemos participar, mundos que podemos intentar comprender e
intentar explicar.
Observar y escuchar puede ayudar,
pero aprendemos cuando somos protagonistas, cuando hacemos, cuando somos
nosotros los que tenemos que actuar, cuando nos hacemos preguntas, cuando
tratamos de responderlas, cuando tratamos de entender, cuando somos nosotros
los que tenemos que explicar.
Y en el proceso nos hacemos más
preguntas. Preguntas y más preguntas. Intentar responderlas nos lleva a
investigar, a reflexionar, a buscar caminos, a quedarse con algunos y desechar
otros.
Narrar es eso, responder a la
pregunta "¿y qué pasa ahora?", planteando para ello preguntas y
tratando de responderlas; investigando, reflexionando, buscando caminos y
eligiendo transitar por algunos en lugar de los otros -al menos de momento, que
siempre tendremos abierta la rendija por la que retomarlos e interactuar con
ellos-, seleccionando qué es lo importante, cuáles son las claves, qué
necesitamos saber para comprender, qué necesitan conocer los demás para hacerse
una simple pregunta: ¿Y qué pasa ahora?.
Aprender es también eso.